viernes, 17 de mayo de 2024



JILL BOLTE



Se dedicó a investigar las enfermedades mentales severas. en Boston en el laboratorio de la Dra. Francine Benes en el Departamento de Psiquiatría de Harvard.


La mañana del 10 de diciembre de 1996, me desperté y descubrí que yo misma tenía un trastorno en mi cerebro. Un vaso sanguíneo explotó en la parte izquierda de mi cerebro y en el curso de cuatro horas, vi cómo mi cerebro se deterioraba en su capacidad de procesar todo tipo de información. En la mañana de la hemorragia no podía caminar, hablar, leer, escribir ni recordar nada de mi vida.
Esencialmente me convertí en una niña en el cuerpo de una mujer.


La información, en forma de energía, fluye simultáneamente a través de todos nuestros sistemas sensoriales y explota en este enorme collage con la apariencia de este momento el gusto, el sabor de este momento... los sonidos y los sentimientos que provoca.
Soy un ser hecho de energía conectado a la energía que me rodea
Somos seres hechos de energía, conectados entre sí  como una familia humana.


Nuestro cerebro está diseñado para sacar ese enorme collage del momento presente
y observar los detalles, detalles y más detalles de esos mismos detalles.
Luego, categoriza la información y la organiza, la asocia con todo lo que hemos aprendido en el pasado y la proyecta en el futuro de todas nuestras posibilidades.
El cerebro piensa en forma de lenguaje.
Es esa voz que escuchamos en el cerebro que me conecta a mí y
mi mundo interno con mi mundo externo. Es esa vocecita que me dice: "Oye, tienes que recordar comprar plátanos cuando vuelvas a casa".

Mientras mi cerebro me diga "Yo soy", me vuelvo un ser separado.
Me convierto en un individuo singular, independiente del flujo de energía
que me rodea y separado de los otros.

En la mañana de mi derrame cerebral, me desperté
con un dolor punzante en mi ojo izquierdo.
 Y aparecía... y desaparecía. Y otra vez, aparecía... y desaparecía. Entonces pensé, bueno, simplemente empezaré con mi rutina normal.

Me levanté y me subí a la máquina para hacer ejercicios
en la que se hace ejercicios para todo el cuerpo.
Y mientras estoy moviéndome en esa cosa, me doy cuenta de que mis manos parecían garras primitivas agarrándose a la barra. Y me miré el cuerpo y pensé..."Oh, soy una cosa extraña". Y así fue como mi conciencia había cambiado mi percepción normal de la realidad, de ser la persona
que está en la máquina viviendo la experiencia, a un espacio esotérico
donde era testigo de que me observaba teniendo esa experiencia.

Mi dolor de cabeza era cada vez peor. Entonces me bajé de la máquina
y mientras caminaba por la sala, me di cuenta de que el interior de mi cuerpo
se había desacelerado. Y cada paso era muy rígido. No había fluidez en mis pasos
y estaba esta limitación en el área de las percepciones, de modo que estaba enfocada en los sistemas internos.
Estaba parada en el baño lista para meterme en la ducha y podía
escuchar el diálogo dentro de mi cuerpo. Escuchaba una vocecita
que me decía: "Músculos, contraerse. Músculos, relajarse".

Y fue entonces cuando perdí el equilibrio y me apoyé en la pared.
Me miré el brazo y me di cuenta de que no podía definir los límites de mi cuerpo.
No podía definir dónde comenzaba y dónde terminaba porque los átomos y las moléculas de mi brazo se mezclaban con los átomos y moléculas de la pared.
Y todo lo que podía detectar era esta energía... energía.

Y me pregunté... ¿Qué me pasa?... ¿Qué sucede?... Y en ese momento, mi vocecita... quedó en silencio. Y al principio, me sorprendí por el hecho de encontrarme dentro de una mente en silencio. Pero la magnificencia de la energía que me rodeaba me cautivó.
Y como ya no podía identificar los límites de mi cuerpo, me sentía enorme y expansiva. Me sentía en comunión con la energía y era hermoso.

De repente, mi cerebro vuelve a ponerse en línea y me dice... "¡Oye, tenemos un problema! Tenemos un problema y debemos buscar ayuda".
Y yo digo. "¡Ahh! Tengo un problema. Tengo un problema". 

Inmediatamente después volví a estar a la deriva en mi conciencia... y a este espacio lo llamo afectuosamente La La Land. Era hermoso. Imaginen lo que sería estar totalmente desconectado de la voz del cerebro que nos conecta con el mundo externo.

Estaba en este espacio y mi trabajo... y el estrés relacionado con él... había desaparecido. Y me sentía más ligera. Todos los vínculos con el mundo externo y
las preocupaciones relacionadas con él... se habían ido. Y tuve esa sensación de paz. ¡Me sentía eufórica! Euforia. Era hermoso.

Pero luego mi cerebro me dice: ¡"Oye! Tienes que prestar atención.
Hay que buscar ayuda". Y pienso "Tengo que buscar ayuda. Tengo que concentrarme". Salí de la ducha y me vestí mecánicamente
y caminé por el apartamento, y pensé "Tengo que ir al trabajo. Tengo que ir a trabajar ¿Puedo conducir? ¿Puedo conducir?"

Y en ese momento mi brazo derecho se paralizó totalmente. Y entonces me di cuenta "¡Oh, Dios mío! ¡Estoy teniendo un derrame cerebral!

Y lo siguiente que me dijo mi cerebro fue: "Oh.. ¡Qué genial!...¡Esto es genial!
¿Cuántos científicos del cerebro tienen la oportunidad de estudiar su propio cerebro de adentro hacia afuera? Pero después pensé: "Soy una mujer muy ocupada"  "¡No tengo tiempo para un derrame cerebral!".

Y reflexioné: "Bueno, no puedo evitar que suceda. Estaré con esto una semana o dos y luego y volveré a mi rutina. Tengo que pedir ayuda. Tengo que llamar al trabajo. No me acordaba del número del trabajo. Me acordé de que en mi despacho tenía una tarjeta con mi número. Fui a mi despacho. Saqué una pila de siete centímetros de tarjetas de visita.
Y miraba la primera tarjeta y aunque podía ver claramente en mi mente cómo era mi tarjeta, en ese momento no podía decir si era mi tarjeta o no porque solo podía ver píxeles. Y los píxeles de las palabras se mezclaban con los píxeles del fondo y de los símbolos.

No entendía los números, no entendía el teléfono, hice coincidir la forma de los garabatos de la tarjeta con los del teléfono. Pero entonces volví a regresar a La La Land, y no me acordaba de si ya había marcado los números. Finalmente, marqué el número y mi colega contestó el teléfono y me decía: "Guau, guau, guau". Y me dije a mí misma "¡No puede ser. Él suena como un Golden Retriever!"

Y entonces le dije... con claridad mental le dije:
"¡Soy Jill! ¡Necesito ayuda!" pero lo que salió de mi boca fue "Guau, guau, guau".
Y pensé "¡Oh dios mío, yo también sueno como un Golden Retriever!"
Yo no sabía que no podía hablar ni entender el lenguaje hasta que intenté hacerlo.
Él se dio cuenta de que necesitaba ayuda y me envió ayuda.

Cuando me desperté, esa tarde, me sorprendí al descubrir que seguía viva. 
Mi mente estaba suspendida entre dos planos de realidad muy distintos. Los estímulos que ingresaban a través de mis sistemas sensoriales me causaban dolor. La luz quemaba mi cerebro y los sonidos eran tan altos y caóticos que no podía distinguir ninguna voz entre el ruido de fondo Como no podía identificar la posición de mi cuerpo en el espacio, me sentía enorme y expansiva, como un genio recién liberado de su botella.
Mi espíritu flotaba libre como una gran ballena navegando por un mar de euforia silenciosa. El nirvana. Encontré el nirvana. Y recuerdo haber pensado que no había forma de que yo fuera capaz de comprimir la enormidad de mi ser dentro de este cuerpo tan pequeño.

Dos semanas y media después de la hemorragia, los cirujanos me operaron para sacar un coágulo de sangre del tamaño de una pelota de golf que presionaba mis centros de lenguaje. Mi recuperación completa tardó ocho años.

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